
En una zona de guerra postapocaliptica, donde el alimento es tan escaso que se paga como si fuera piedra preciosa, meter la mano dentro de un hormiguero en busca de sustento puede llegar a ser una excelente alternativa cuando no hay que comer.
Dedico este espacio a todos mis seres queridos, a los aficionados y amantes de la lectura y la escritura literaria que me visitan, y en especial a mi profesor de literatura del secundario, Ignacio Romasanta, por haber fomentado en mi el gusto por la escritura.
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