domingo, 19 de julio de 2009

El juego de un Dios


Al parecer alguien lo quería asesinar con aquella esfera El solo trataría de escapar.
Saltaba, corría, se agachaba, se paraba, iba, venía... Luego la esfera era catapultada una y otra vez, y él volvía a esquivarla con una mortal hacia atrás, hacia delante, luego subía por una pendiente, la bajaba… Parecía un juego de quemados; había figuras por todos lados: células eucariotas y procariotas, organelas, núcleos y ácidos nucleicos que se iluminaban y titilaban luces y emitían sonidos que lo aturdían y lo desorientaban, pero siempre lograba salvarse; Todo era caos, locura, confusión, temblores que aparecían de vez en cuando. Luego escapaba a un piso superior pero ahí estaba la esfera, imponente, implacable, omnipotente, fría, gris. Algún momento de suspiro aparecía cuando esta desaparecía al caer inevitablemente por la pendiente; sin embargo, otra vez volvía a apararecer y de nuevo el mismo tormento, otra vez los temblores que aparecían y desaparecían, y él con sus piruetas evasivas. Tal vez todo esto era obra de algún ser superior, un dios “¡Si, es un dios el artífice de todo esto¡” el hombre podía ver su mirada en el cielo “¡¿Por qué me haces esto Dios mió!? ¡¿Por qué a mi?¡ ¿Estas jugando conmigo? ¿Me estas poniendo a prueba? ¡Piedad, Dios…!” Justo en ese momento las luces se apaciguaron, los sonidos se callaron y un cartel luminoso que decía “Game over” apareció. El niño abandonó la maquina de Pinball y regresó a su hogar.

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